Ojos Sangrientos: Parte 4

Ilustración de Storyblocks


El decir “Entrar por la puerta” no sería sino una suerte de abstracción. ¿Qué había pasado? ¿Cómo habían pasado de su lugar al siguiente? ¿Cómo era que la aciaga oscuridad se había convertido en una hoja de papel blanco y arrugado?

Su presencia en aquel lugar solo podía ser descrita con una palabra: invasión. Esa palabra no indicaba intenciones hostiles. Era solo su apariencia visual, que junto a las estructuras desdibujadas, las paredes de líneas y las puertas de crayolas era más que obvio que sus formas definidas y tridimensionales eran una afrenta, una blasfemia para ese mundo. Quizás, la falta de ecos era debido a que su existencia y visión era inconcebible para ellos.

Tras recuperar su compostura abandonó el paisaje que no creía pudiese ser un terreno de búsqueda. Lo que veía parecía un dibujo extendido frente a ella y que el dar un solo paso significaría golpear su nariz contra una ilustración. Sus ojos buscaron a su compañera.

La muchacha apenas se había alejado, apoyando su zurda en el marco de la puerta tras ella, secando sus pies contra su largo y grueso pantalón de algodón negro. Quizás la mera visión del mundo no era lo único que la perturbaba. << ¿Todos los ceros son tan…?>> cuestionó. ¿Qué era ese remordimiento que sentía con tan solo mirarla?

―Por suerte el objetivo no está aquí. Yo me golpearía de cara si me pongo a correr.

―Si… Es raro.

― ¿No hablan sobre los submundos en la capital? ―caminó hasta ella, su malestar aumentaba por momentos.

―Sí pero… No hay fotos ni nada… Solo… dicen que son muy diferentes a todo.

―Bueno. Si te mostrase una foto de este sitio pensarías que me intento burlar con un dibujo.

Asintió. Las palabras parecían elegidas una a una con mimo y premeditación pese a la tranquilidad con la que las pronunciaba. Comenzaba a sentirse mareada, una presión parecía atrapar su cabeza y oprimir su cerebro. Comenzaba a ver el sentido por el que la muchacha quería terminar la misión rápidamente.

Los pasos de ambas no dejaban huella. El ver en dos dimensiones era muy desorientador, no era nada parecido a lo que podía pensarse. No había un lateral completamente recto en una línea junto a cada objeto y pared pero tampoco la forma se deslizaba ante su mirar. Si cerraba los ojos y daba dos pasos hacia adelante sin duda se perdería.

― ¿Esta es… tu parte favorita?

―Sí, más o menos.

― ¿Por qué?

―Piénsalo… ―hizo una pausa, a poco metros se encontraba algo que tal parecía una muralla de lápices blancos. Al inclinarse un poco, podía verse una abertura en la parte inferior. ―Nada aquí está colocado totalmente al azar. Y por estar conectada al nexo debe tener varias salidas. Es un libro que puedes leer si lo intentas.

Se detuvo frente a la pared. Tal parecía estar observando algo pero ¿Qué era? Sus ojos se fijaban en los lápices. Sus manos se deslizaban por la madera de los mismos. ¿Buscaba una salida? Sin embargo la entrada no era difícil de ver, a una docena de pasos a su izquierda.

―Entonces el objetivo es un niño pequeño. ―adivinó a juzgar por el escenario

―Pues… Podría ser, pero hay otras tres puertas. No tenemos toda la información.

―Perdona pero… ¿Qué buscas?

―Me llama la atención este color, pensé que podría haber algún enlace.

La tranquila seriedad de esas palabras la desconcertó, caminando hacia la entrada con su lanza japonesa sobre el hombro, con afilada punta alargada que podía hacer más que tan solo penetrar con fuerza.

―Pues… Si, que todo sea blanco desconcierta un poco ―se rascó la barbilla.

Hubo un nuevo silencio. La muchacha elevó sus dos manos y rascó la parte posterior de su cabeza con animosidad, como si intentase sacudir algo que colgaba de su corta cabellera.

― ¿Todo bien? ―ya no toleraba seguir observándola. Volvió su cabeza a otra dirección con la excusa de que vigilaba.

―Si… Dime. ¿Conoces a los camarones mantis?

―Conozco a uno y al otro pero… No.

―Son un tipo de camarón multicolor. Tienen el puñetazo más fuerte de todo el reino animal. Básicamente hay pocos animales de su tamaño que puedan soportarlo. ―sonrió ―De hecho les han roto la mano a sus dueños cuando los tienen de mascotas.

―No entiendo donde vas. ―se volteó a ella por medio de su visión periférica, intentó hacer contacto.
La diestra de la misma paso frente a su silbato y se escondió tras su sudadera, saliendo con dos cristales. Unas gafas de puente metálico, casi al viento, se pusieron frente a sus ojos. Le resultaba algo irónico que alguien sin un ojo usase gafas.

―Tienen unos ojos muy especiales. Cuando las personas normales solo pueden ver tres colores primarios ellos pueden ver nueve.

―No puedo imaginarme lo que debe ser ver nueve colores primarios.

―Pero son muy malos viendo los mismos que nosotros.

Como si se hubiera dado cuenta de la obviedad no dudó por un segundo. Pasó junto a su guardiana y se arrastró por el pasadizo, seguida por la misma, la cual se retiró la corona para rascar su cabeza con esta como herramienta, notoriamente agobiada.

―Creo que nunca nos presentamos. Soy Lisbeth. ―alargó la mano al otro lado del estrecho, ayudando a levantarla.

―Sí, creo que lo noté. ―inclinó la cabeza con la mirada fija en su mano, pudo notar un tatuaje escondido bajo la manga de la prenda que cubría sus brazos ―No dejaban de decirlo, yo soy Sayo.

―Es un lindo nombre. ―sonrió ―Perdóname si me lo robo.

Sin estar segura de como tomarse el comentario la soltó. Volvióse la mirada hacia la muralla que ahora parecía encrespados árboles, mientras que nuevos colores, destellos de neón escapaban de una señal cuya flecha giraba sobrenaturalmente en una pieza de metal, junto a ella, unas escaleras que se extendían hacia la oscuridad.

― ¿Dolió mucho? ―la pregunta escapó de sus labios, para cuando las palabras llegaron a su conciencia ya habían alcanzado a la otra, que miraba la señal con las manos en los bolsillos

―Si… ―suspiró.

Sintió como su estómago se aguaba, como si fuese a presentar lo que recibió en su desayuno. Tan solo observó sus pies descalzos con vergüenza. Tenía que cambiar rápidamente de tema.

―Parecía que los conocías. ¿Eran equipo desde antes?

La contraria asintió con la cabeza lentamente, observando alrededor, rotando cerca de los dos nuevos descubrimientos en un deforme circulo.

―Lily era mi segunda antes de que crearan equipos.

― ¡Oh! ―exclamó sorprendida. Como una descarga de adrenalina sus pensamientos volaron y su imaginación se activó ―Esto… ¿Es verdad lo que se dice de los primeros y los segundos?

― ¿Qué se dice de ellos? ―respondió casi al instante sin embargo su sonrisa indicaba que tan solo fingía inocencia. ―Antes de eso fui segunda de Gabriel ¿Eso es peor?

―Mucho peor. ―respondió intentando mantener el humor.

Finalmente parecía que avanzarían. Que irían más profundo. ¿Aquellos eran enlaces? Las reglas para reconocerlos eran tan arbitrarias como “cualquier cosa que te llame la atención puede serlo”. Nuevamente tendría que avanzar a la oscuridad, ordenada por un movimiento de cabeza de su cero.

¿Ahora qué? Un largo pasillo cuyos laterales eran un tranquilo pero espeso lago carmín. El intenso hedor llenaba sus pulmones y el malestar volvió a ella. El otro tampoco la había abandonado, sin embargo, este era diferente.

La salida desapareció ¿O tan solo la ignoraba? Preocupaba observó a su cero, lucía una pose diferente. Con un pie frente al otro inclinada en lo que parecía un educado pero sutil saludo, observando al frente. Al otro lado del pasillo una especie de bulto de tela con un círculo a la altura de su cabeza parecía caminar sin rumbo. Era irreal.

La sangre goteó. Todo era muy rápido. El fantasma blanco se despidió hacia el frente. Lisbeth, su cero, estaba frente a ella. Eso no debía ser así. Sus piernas tenían que responder. ¿Qué tan rápida era esa cosa? La distancia era enorme pero cada paso parecía extenderse varias decenas de metros.

Lisbeth no se movía ¿Esperaba o también estaba paralizada? Deseaba que se moviera, le suplicaba que se moviera. <<Ponte detrás de mí.>> quería decirle, era su guardiana, no debía ser ella la protegida.

De la aureola blanca que existía donde debía estar su cabeza un ojo sangriento apareció, con lágrimas divinas que manchaban la alfombra de pasto que cada vez los separaba menos. Debía moverse, debía hacerlo ahora. Debía apuntar su arma hacia la bestia.

¿Qué pasaría si fallaba?

5 comentarios

  1. Hola Alice , muy buena tu historia me gusto ..espero que no falle y sea un disparo limpio ..
    Un fuerte abrazo !!

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    1. ¡Hola Campi! Espero que estés bien y gracias por pasarte por este relato largo que, comprendo bien, es difícil de seguir.

      Si es de tu interés hay más capítulos en camino. Un fuerte abrazo y espero verte pronto, con suerte en tu blog con otra buena entrada.

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  2. :o no me imagine ese final, me quede con ganas de que pasara *-*

    Un beso Alice desde Plegarias en la Noche.

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  3. Un final inesperado. Buen relato.

    Un abrazo

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