Neón Líquido [Gym Para Escritores - Semana Uno]

Ilustración por TheArtofSaul

Este relato es parte de una iniciativa de Roxana

¿Qué tenía el neón que odiaba tanto? Desde siempre, en su más tierna infancia la luz pesada y artificial de aquel gas noble siempre había revuelto su estómago. Y, sin embargo, seguía apareciendo, se apareaba y se multiplicada. La miraba a los ojos en la oscuridad, los hacía brillar de forma antinatural y la ahogaba en esa desagradable sensación.


Cerró sus ojos respirando agitadamente el embriagador aroma metálico del agua celestial que exploraba su cuerpo, que corría por sus cabellos y le recordaba la parte de sensación que sus tumores metálicos le producían, nada más que un escalofrío antinatural que alimentaba una furia muy humana, quizás lo único que le quedaba.

Sus ojos volaron hacia una pantalla brillante, colorida y con figuras en movimiento. Lo odiaba, o no, no lo odiaba porque lo odiaba todo. Su estomago reclamó vaciarse de la bilis que parecía contener.

Su respiración se aceleraba por momentos permitiéndose ahogarse en el sentimiento, acelerada en su inspiración se permitía saborear el agua divina que en aquella noche ayudaba a ocultar sus verdaderos pensamientos. Entonces lo escuchó, un sonido en medio de la tempestad que pareció detener el tiempo ¿Un sollozo?

No pudo soportarlo más, su mano negra, deforme con las corruptas maquinas se estrelló contra el cristal. ¿Qué era lo que se sentía tan satisfactorio? Volvió a hacerlo, otra vez, no se detuvo, los pedazos de arena templada se estrellaron en su rostro hinchado, en su cabello desgastado, en su ropa empapada y en la anatomía que despreciaba.

—Podrían arrestarte por eso —la voz que tanto odiaba escuchar, de la que estaba cansada le habló en el tono monótono de sus pesadillas

Dejó de sentir el golpe de las gotas, el cual fue reemplazado por el sonido del impacto en el panel de plástico. Su diestra se apoyó en el hoyo negro que ahora se encontraba en la pantalla, quería entrar por él y desaparecer. Sus dedos artificiales atraparon uno de los pedazos, presionándolo como si eso fuera a darle alguna sensación.

—Déjame… —¿Por qué su voz se rompía? No podía permitirlo

—Me mandaron a buscarte.

—Quiero que me dejes sola… —no quería escuchar esa voz, había llegado a odiarla
—Si no volvemos pronto puede que…

— ¡Cállate! —exclamó sin contenerse. Sus piernas temblaban y ahora podía sentir el calor del agua que mojaba sus mejillas.

Tras aquella explosión de su voz tan solo el sonido de la lluvia podía escucharse. Se sintió mejor de lo que quería admitir, quería seguir, quería explotar frente a ese objeto, frente al ente que tanto odiaba… pero algo se lo impedía. Sin nada más que hacer reposó su cuerpo sobre la acera donde los cristales se plantaban, observando los pantalones oscuros de su interlocutora.

Eso era quizás una de las cosas que más odiaba. Le decían que fuera por ella e iba, le gritaba que se callase y no volvía a decir otra palabra. Apoyó su frente en sus rodillas intentando calmar su respiración, aferrándose a sus propias piernas, clavando las uñas que aún tenía en su piel, con la esperanza de sentir… algo… de mantenerse en el presente.

Sus ojos vacilaron y fueron a parar en el pequeño lago sobre el que caminaban. No debería ver nada además del embriagador y asqueroso reflejo mezclado de la luz a sus espaldas, sin embargo su pecado dio un marco a dos luces potentes para materializarse, para observarla. Era su rostro, el que evitaba ver en el espejo cada mañana, del que se olvidaba cada día y del que solo era recordada en los peores momentos.

Pero pese a ser su rostro ya no le pertenecía, que era lo más horrible, debido a que ese reflejo desapareció, era más real que nunca, una pesadilla en la parálisis de sueño que ahora la miraba a los ojos, de cuclillas, con aquellos brillantes ojos artificiales. No era real pero, pese a todo, era lo mejor, mejor que ella.

—¿Cuánto tiempo más planeas seguir? —se negó a observarla ¿Cómo podía?

Sin embargo el silencio fue su única respuesta. Un silencio ausente, mecánico, con nada real tras él. El mismo silencio que recibes y te hace cuestionarte si estabas hablando con alguien. Podía sentirlo, hablaba con una pantalla, aunque la pantalla pudiese escucharla, no respondía, su cuerpo le decía que hablaba sola.

—Nosotras sabemos lo que va a pasar… —indicó cerrando sus oscuros ojos

Estaba cansada, quería dormir y olvidarse de todo. Estiró su cuerpo hacia atrás buscando apoyarse en algo y dejar descansar su columna metálica. Aparentemente olvidando el panel de brillantes figuras que, cuales estrellas, la iluminaban en ausencia de un cielo nocturno con verdaderas luces.

Sintió una fuerza que se lo impedía, que hacía que su ropa fuera jalada. Abrió sus ojos para volver a encontrarse con aquellos que evitaban que hiciese contacto con el metal electrificado. La ayudaba ¿Se preocupaba por ella? No, no debía ser capaz de sentir. Su mandíbula se apretó en frustración, herida de una forma tan profunda que ni ella misma podía comprenderlo, siendo arrebatada tan siquiera de su orgullo la observó con sus ojos hinchados.

—Ya no les sirvo de nada… —sin poder controlarse más apretó su puño —¡Ya no más!

El mismo se estrelló contra el rostro de su reflejo, una y otra vez. Pero no era como el cristal. No se sentía satisfecha. Se rompía, desnudaba a la gran falsedad bajo su piel artificial, como el agujero de una máscara barata de noche de brujas. Sus nudillos metálicos rasgaban la piel artificial, haciendo el agujero más y más grande.

Pero no había satisfacción en sus acciones, tampoco gemidos o quejidos, tan solo la resistencia que podía ofrecer una pared sin vida, pero… ¿Por qué aquellos falsos ojos ahora se sentían tan penetrantes? La cabeza de metal se agitaba ante el impacto, si, pero la mirada se mantenía. Comenzaba a ver cosas en ellos, sentir cosas en aquellos orbes de neón que no debían existir.

Agotada, física y mentalmente exhausta, emocionalmente devastada, solo se movía por instinto. Una imparable fuerza emocional que chocaba contra aquella obsesión inamovible. Su cuerpo perdió tracción, control de su posición, sintió su masa caer por la fuerza de gravedad. Un instante, un mero momento que provocó que su corazón saltase un latido. Todo se movía tan lento, las gotas, su cuerpo rotando hacia el cielo, de repente notando de nuevo el agua fría sobre su rostro.

Las gotas se multiplicaron, atrapando su torso, incluso sus piernas, finalmente notándose expuesta a la lluvia se sintió atrapada entre dos brazos mecánicos. Una trampa se cerró alrededor de sus costillas. Intentó alejarla pero al tomar conciencia de sus manos las notó aferradas a la húmeda vestimenta ajena, con el paraguas como su único testigo. Su oído estaba ten cerca, podía susurrar lo que quisiera.

—Solo… soy una inútil… —sollozó hundiendo el rostro en aquel hombro metálico y suave

—No… —fue una respuesta robótica, si, pero cortante.

Estaba esperando alguna respuesta lógica y comedida capaz de ser utilizada en un debate, el tipo de respuesta que la haría sentir como una niña inmadura e irracional que no entendía su valor utilitario en el bien colectivo. Pero solo escuchó más agua caer, eso cuando no tapaba sus oídos.

—Tú estás aquí… No hay necesidad que yo…

—No. —declaró apuntando aquellos ojos brillantes a los de aquella quien fue la inspiración de su creación, su madre, de cierta manera.

4 comentarios

  1. Hola Alice, siempre es genial leerte <3 genial relato :*

    Un beso gigante desde Plegarias en la Noche.

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    1. ¡Hola! Muchas gracias por pasarte por aquí y tomarte el tiempo de leer mi no tan pequeño relato, que se que cuando pongo cosas largas es difícil de leer.

      Espero estés pasando un maravilloso día, noche o madrugada. Sigo esperando nuevas entradas interesantes en Plegarias de la Noche~

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  2. ¡Hola! Mira que siempre me sorprendes con tus relatos y éste no ha venido a ser menos, que me dejas sin palabras para comentar.
    Gracias por sumarte a la convocatoria, es un placer tenerte entre los participantes <3
    ¡Un abrazo!

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  3. Relato interesante. Aún si es largo, atrapa y es muy original.

    Ya me está gustando este reto, y a pesar de llegar tarde, pues te felicito. Un beso.

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