La Ultima Orden
Alguna vez
alguien lo llamó “La ultima frontera” ¿Qué era exactamente a lo que se refería?
¿Qué sería el logro máximo de la humanidad? ¿El limite final de la raza humana?
¿Alguna vez existió una persona tan optimista como para pensar que el
insaciable ser humano llegaría a dejar de desear más, crear nuevos límites,
nuevas “fronteras”? Si de verdad fue así, la historia probó su gran error.
Nuevas
fronteras, nuevas formas de vida que egoístamente fueron encontradas y
moldeadas a los ideales humanos para aportar sus habilidades y talentos
inherentes. “Liberar” lo llamaron “Esparcir el conocimiento” se justificaron.
Lo cierto es que si algo caracteriza a los humanos es su deseo ardiente por
crear imperios.
―Eso es lo que intentó
reportar el frente.
¿Qué quedaba
ahora? ¿Qué autoridad tenían? Ya estaba muerto. Una oleada roja se deslizaba
por una pantalla dispuesta en el centro de la habitación. Pequeñas cruces
marcaban sus derrotas, inmediatas, sin capacidad de respuesta. La estela de la
muerte, del futuro que les deparaba, tenían un objetivo: ellos. Sin embargo,
otra característica de los humanos es que la desesperación los hace brillar.
Alrededor del
mapa un grupo de hombres y mujeres mayores, humanos de ignorarse sus prótesis,
observaban atónitos a una niña de ropajes sucios, arrugados y con múltiples
manchas níveas. Las manchas se extendían por su piel que mezclaba
heterogéneamente el tono de su piel con un tostado semblante. Las marcas de la
regeneración artificial eran notables al observar su rostro, cuyos cortos
cabellos no eran ocultar las áreas recién nacidas. Pero con tantas ¿Realmente
aquella era una capitana de nave y no una unidad de asalto?
―Entonces los rebeldes
tienen una debilidad… ―sopesó uno de los hombres cuya armadura constaba de
pequeñas insignias doradas.
―Señorita…
―interrumpió su congénere con una banda que recordaba a las de las reinas de
belleza cuyas estrellas se extendían a plena vista en un patrón.
―Belle…
―Señorita Belle.
En su reporte indicó que había sido suministrada esta información junto con
otros dos oficiales. Me gustaría hablar con su capitán designado.
¿Acaso el
robusto político conocía la respuesta a su propia pregunta? Si él no lo hacía
más de la mitad de las personas en esa habitación, desde hermanos de profesión
hasta meros servidores de café la conocían. La digna y recta pose militar de la
muchacha se quebró al desviar la vista de los superiores en dirección a la
ventana.
Una infinidad de
estrellas, luces lejanas que podrían o no haber sido exploradas. Una visión
brillante que era cubierta por una cortina de máquinas de guerras que apuntaban
hacia sus espaldas. Una visión tan conocida que se le hacía terriblemente
vulgar.
―Fallecieron de
camino aquí. Fue una misión difícil.
―Lo veo.
―intervino el político de forma inoportuna.
Finalmente una
mujer de avanzada edad cuya vista se había mantenido en una pantalla desde el
inicio del reporte, con numerosas y pesadas prendas, habló con autoridad la autoridad
de la sensatez.
―Los registros
de la nave corroboran el reporte. Lo que la oficial dice es verdad.
El llamar lo que
se manifestó en la sala como un “silencio” sería una fantasía. La tarea
titánica de poner sus
pensamientos en orden con el eco de los reportes, de las
explosiones y los susurros que indicaban que una nave se había “Perdido”
invitaba al pánico, ni tan siquiera la capitana podía evitar sentirse agobiada.
―Oficial, su
tripulación alteró los sistemas y armamento de la F-603 provista ¿Cierto?
―razonó el general
―El estatuto
tres de la misión y la orden del “Acto Final” anunciada por ustedes nos daba la
autoridad de hacer “Lo que fuera necesario”. ―se defendió prontamente con voz
mecánica
―Por supuesto.
No la cuestiono. Admiraba lo que habían hecho con un modelo tan viejo.
―respondió con una sonrisa ―No solo el armamento…También las defensas…
Agregaron muchas cosas y mejoraron las que tenían…
―Lo que sea
necesario… ―murmuró el político refugiado por la estela de susurros hacia la
dama
Los oídos de la infante
notaron aquella frase que, pese a haber sido utilizada por ella, sus
implicaciones la atacaban con escalofríos, especialmente cuando dichas
implicaciones amenazaban apuntar en su dirección.
―Si ya no puedo
serles de más ayuda. Pido permiso para retirarme.
―Denegado,
oficial. Le ofreceré una nueva misión.
¿Qué estaba
pensando el anciano general? El, relativamente hablando, joven político lo
miraba con desconcierto mientras que los demás, bien entrenados en el juego de
la política de guerra, solo esperaban su movimiento.
―Me sorprende lo
que han hecho con su nave. Es más pequeña que muchas de nuestras naves de
guerra pero, con una buena tripulación, puede derribar varias de ellas. Una
tripulación acostumbrada a utilizar algo tan poco ortodoxo.
Sus intenciones
saltaban a la vista. No solo sus intenciones con la oficial que probablemente
mandase a su muerte, sino, a su vez, con todo el evento.
―Espero que no
intentes llevarte el mérito por todo esto. ―la voz de aquella mujer era
amenazante, su postura, capaz de saltar sobre él en cualquier momento
―Senadora, los
rebeldes son un enemigo astuto que se escondió de nosotros hasta ahora. Muy
pocos de nuestros comandantes tienen experiencia con una situación de este tipo
pero hay alguien en esta sala que en la última semana ha adquirido más
experiencia en tácticas rebeldes que yo o cualquiera de mis subordinados.
El hombre se
levantó de su respectiva silla la cual se elevó un centímetro con alivio no sin
hacer notar su descontento con un rechinido y se colocó frente a la joven
militar. Llevó su mano a su enorme peto dorado y descolgó una parte del mismo,
dejó un agujero en su impenetrable defensa honorifica y rebuscó en la enorme
chaqueta militar de la muchacha.
Evidentemente
muy grande para su cuerpo, actuando como una suerte de gabardina que cubría
hasta sus piernas no estaba seguro de donde colocarla, hasta ver la banda que
se afianzaba a su brazo derecho con el símbolo de la marina espacial. Junto a
tan honorable símbolo su excusa para “Dar aliento a la mente joven” fue
colocada para la admiración de nadie presente.
―Capitana Belle.
Le pido que por favor termine con esta guerra insensata. Nuestras unidades
pesadas pueden abrir un hoyo en la barrera ofensiva de la nave insignia.
―posaba sus manos sobre los pequeños hombros de la oficial, inclinándose para
hablar a su altura ―Si la destruye, según su información, la flota automatizada
no recibirá órdenes y se detendrá.
La respiración
de varios miembros de la mesa redonda se detuvo, los ojos escépticos se
centraron en aquel general con su desesperada jugada. El sangriento telón del
mapa seguía cayendo para su imperio, para su gobierno, para esos muros de texto
con leyes que solo existían para someter a sus pobladores, leyes que se
reforzaban con la aceptación de nadie.
¿Su rostro? El
platino de sus grandes pupilas no evitó los pequeños ojos de aquel hombre sin
embargo su expresión, por sobre todo, era digna de un estudio. ¿Qué era lo que
ocultaba esa fría mirada de ángel mecánico?
―Tengo que
hablarlo con mi tripulación. ―sus palabras cortaron la tensión en la habitación
y la hicieron sangrar vergüenza
―… Es una orden,
oficial. ―murmuró el general. La presión de sus manos sobre los hombros ajenos
aumentó, ejemplificando su control.
―Y la cumpliré
de ser necesario, sin embargo mis tripulantes no son militares activos de la
federación.
―Vaya a
convencerlos. Puede retirarse cuando quiera ―la alegría del joven político
apenas podía ser cubierta por su serio tono.
―Haga “lo que
sea necesario”. ―repuso el general.
Tras la
intervención la joven saludó a su general llevando su recta mano
sobre su frente. Su mirada, su rostro, la mezcla asquerosa de carne natural con
aquella generada con células vivas de una persona aleatoria en ningún momento
se alteraron, al menos hasta que las puertas se cerraron tras de sí.
―Bueno, ahora
que ya mandó a una oficial a una misión suicida ¿Podemos comenzar el plan de
verdad? ―propuso la senadora.
5 comentarios
Hola ..bueno no sé si seguirá pero desde luego has despertado mi curiosidad por ver que nos deparará ..sin duda la humanidad siempre esta en movimiento para como bien dices conquistar nuevos territorios y formar nuevos imperios ..Me gusto la manera de narrar muy buena ...
ResponderBorrarUn abrazo y te deseo una feliz tarde .
¡Hola! Es bueno saludarte y perdona porque ultimamente apenas tengo tiempo para subir mis cosas y olvidarme de internet. Y pues la verdad originalmente tenía planeado cubrir el triple de eventos pero a medio camino me di cuenta de cuanto me extendí y pensé donde cortar. Quien sabe si lo siga.
BorrarMe alegra mucho que te gustase y espero poder seguir manteniendo tus espectativas. ¡Hasta otra!
Relatos de ciencia ficción, que tal vez no lo seana tanto. Los viajes al espacio y los posibles habitantes de otros mundos. Estoy viendo una serie de Netflix, la roca maravillosa, y lo protagonizan astronautas que explican la historia de esa roca maravillosa, y según ellos, muy improbable que se de en otras galaxias
ResponderBorrarUn abrazo y feliz tarde
Espero poder ponerme al día con esa serie. La verdad no se si sea un poco cínica pero la mentalidad dice que para cuando colonicemos otros planetas ya habremos resuelto nuestros problemas internos. Yo pienso que esos problemas nunca se van a acabar.
Borrar¡Wow! Qué intenso relato y qué frío final. Mira que mandar a una muerte segura a esos hombres >.< que egoísta puede ser la humanidad. Creo que eso nunca va a cambiar, está en la naturaleza ser así y buscar sobrevivir a toda costa, incluso, a costo de cientos de vidas.
ResponderBorrarMe encanta.
Si subes continuación, estaré encantada de leerte.
¡Un abrazo!