Asesinos. Parte 3: Presentación



Fotografía y edición por Wizemark


El respeto, aún en un mundo, en un cosmos tan inestable e incluso infiel al mandamiento más elemental de las tablas que, las historias narran, fueron entregadas a los humanos. La vida no valdrá nada pero la palabra es lo más importante que tiene un asesino. Aunque el viento se las lleve lo mismo sucede con su sangre, esto hace de aquellos supervivientes de la masacre nada más que masas de ideas, dueños de su propia ideología, de su propia voluntad, de sus propios sueños.

¿Qué tiene que ver esto? Que la UAA no son una compañía o una pandilla pero viven entre los dos mundos. Entre ambas realidades y cumplen las necesidades de ambos cual monstruo de dos cabezas, uno respirando el vapor de un volcán y el otro la fresca agua submarina. Pero incluso ellos tienen algo que respetar en toda su monstruosidad: el territorio.

Aunque los dos gigantes sean los líderes hegemónicos existen pequeños grupos, gremios, bandas y asociaciones que han tomado sitios como suyos, una afronta a uno o todos estos sería más costoso que beneficioso así que ¿Por qué molestar a las avispas? Esa es su filosofía, una filosofía completamente lógica, pero aún existen los errores humanos.

A este error encarnado en múltiples hombres y mujeres transportando equipo se le encontró pocas horas después reducidos a pedazos de no más de veinte centímetros. ¿Por qué molestar a las avispas? ¿Por qué molestar al gigante? Al final estos seres hechos de ideas y sentimientos se encuentran.

La lucha inicia y los papeles se invierten. Los numerosos sicarios de tercera de la UAA se topan con los experimentados cazadores de aquel grupo quienes mueren con alas celestinas entintadas en sus espaldas. ¿Aquello era una guerra? No lo sabía, pero en disputas siempre hay gente aprovechándose.

Todo ser con esas alas tiene un jefe, sin importar sus pares, responden a aquel que posee la corona. La inusual guerra de los ángeles drena de su sangre el trono del maestro, limita su poder, lo convierte en hombre mortal.

<<Nueve y… dieciséis minutos>> anotó mentalmente la joven que bebía de una botella de agua bajo el inmisericorde sol de la desértica ciudad. Frente a ella un coche inició su movimiento, sabía quién iba allí, para algo había observado por tanto tiempo. ¿Qué quedaba ahora? <<Media hora>> respondió su propia pregunta.

Una máscara medica cubría sus labios, una gorra gris y desteñida su rostro. ¿Quién había oído hablar de una asesina a plena luz del día? Cosas más extrañas se habían escuchado en ese lugar.

La naturalidad llevaba a la aceptación. ¿Qué haría si la veían? La seguridad con la que pasaba al patio trasero por la puerta la reguardaba. Una persona inocente actuaba con total libertad. Sus movimientos practicados la llevaron hacia una puerta corrediza de cristal.

El peso de su respiración aumentó, el oxígeno obtuvo varios kilos y el agua de su cuerpo comenzaba a desear liberarse por sus poros. Ese era el paso, iba a hacerlo, iba a llevarlo a cabo.
El cuchillo apuntó a su objetivo y destruyó el cerrojo dejando en su lugar un gran agujero metálico.

―¿Megan? ―habló una voz masculina y madura, esa mera presencia de su voz era respaldada por unos rugidos que hacían temblar las almas.

Pero no hubo respuesta, tan solo la puerta se cerró. El hombre, apenas protegido por una bata celestina observaba en su dirección con gruesos lentes oscuros que delataban su discapacidad. La comida frente a él era deliciosa, elegante, hecha con las manos expertas de la mujer que había dejado la vivienda momentos antes.

¿Lo haría? Ya había decidido hacerlo. ¿Aquel era el asesino fundador de los ángeles que con tanta fidelidad protegían su legado? Cuando la bala escapase de su cañón todo habría terminado, podría olvidarlo todo y usar su libertad para evitar verse consumida.

―Oh Megan ―sonrió ―Tenías razón.

El cañón impactó contra la tela de forma amenazadora, el dedo fijado en el gatillo estaba cerca de dispararse. ¿Tenía algo que decir? ¿Debía revelarle su identidad? Los reyes tienen una suerte inigualable, tanto que una de sus ángeles, vestida en elegante y estimulante lencería negra y rubios cabellos alargados colgando por su espalda, tenía una escopeta platino en la espalda de la morena.

―La verdad estoy decepcionada… ―dudo un momento ―Sarina… ¿No?

¿Qué debía hacer? Sentía el cañón en su columna ¿Debía desenfundar su arma? ¿Intentar disparar? ¿Defenderse?

―Te moverás a la izquierda para salir de tino y usarás el codo. Es arriesgado pero por eso nadie se lo espera ―susurró con dulce voz en su oído, palabras que la hicieron temblar y el sudor caer por su frente.

Intentó pensar en otra cosa pero ya estaba atrapada. Tan solo una buena predicción fue suficiente para acabar con su confianza. ¿Qué tanto podría predecir de sus acciones? ¿Y si no era capaz de superarla? Moriría antes de poder hacer algo.

Guiada a empujones a la mesa, a centímetros de la comida merecedora de incontables fotos, a menos de un metro de su objetivo, se dejaba llevar. Era un baile, un paso, una predicción seguida por una respuesta ¿Correcta? Muchas veces ¿Equivocada? Para cuando el resultado era presente el momento había pasado.

―Tenemos una invitada. No la mates así. Se necesita valor de verdad para tomar esta oportunidad.

―Como digas, amor. ―respondió ella nunca perdiendo su objetivo.

La hábil mano de aquella mujer, sin ceremonia o mayor intención, se coló bajo la ropa de la intrusa. ¿Su cuchillo y su pistola? Los observó en la mesa, tan cerca como para acercar su mano, tan lejos como para ser incapaz de tomarlos.

―Sarina ―llamó su atención, sus claros ojos contrastaban con los de la contraria, sin embargo la mirada era la misma ―La verdad te tenía por una persona más inteligente. Pensé que dispararías en la distancia, que mandarías una bomba o, no sé, cualquier cosa, eres lista, pero ¿Venir en persona a casa? ¿Sola? ¿Quién hace eso? Estoy decepcionada.

La muchacha cerró los ojos inclinando la cabeza, una leve sonrisa manchada de tristes tonos se marcó en su rostro, sus cejas se levantaron hasta que alcanzaron el refugio de su fleco. No respondió ¿Qué podía responder a eso? Pero, tal vez…

―Pero ayer cuando nos detuvieron en el metro me sorprendí de verdad. Estaba muy bien escondida pero cuando bloquearon el camino pudiste verme. En ese momento temí que me reconocieras. Estuviste vigilando la casa ¿No? ―suspiró ―Pero cuando te fuiste debí saber que me hacía demasiadas ilusiones contigo.

―¿Qué te acostabas con Yibril? Si, lo sabía ―repuso buscando mantener su herido orgullo

―Pero no hiciste nada. Si me reconociste ¿Nunca pudiste sospechar que alguien te seguía a ti? ―su mirada mostró molestia, sus manos se afianzaron al arma ―No sé si eres de verdad estúpida o una ególatra pensando que no te pasaría nada. No vale la pena perdonarte.

La muchacha, ahora con una completa sonrisa en su rostro, tan solo levantó los hombros, notoriamente más relajada. El suspiro que largó de sus labios solo podía definirse como victorioso, una completa contradicción.

Su mirada viajó por la habitación: piso de piedra esculpida y encerada, una cocina con mesas de roca, húmeda, limpia, a menos de un metro de la mesa del comedor, iluminado por múltiples ventanas.

―Gracias por pensar tan bien de mi ―finalmente respondió

Las miradas de ambas se cruzaban y esquivaban, se volteaban al bronceado hombre con cicatriz pálida que cubría desde su pómulo hasta sus cejas. Su cabeza, perfectamente falta de cabello, al igual que el musculoso cuerpo tapado por la suave tela estaba cubierto de cicatrices que cambiaban y manipulaban la tonalidad de su piel.

Solo comía, esperaba, totalmente alejado del asunto, del intento del asesinato, de su amante protegiéndolo o de la mujer que intentaba encontrar una salida y ahora aparentaba haber encontrado su victoria.

―Un gusto en conocerlo, señor Yibril. ¿Podría decirle a su novia la importancia de un señuelo en una misión como esta? ―volvió su visión hacia la ventana que espaldaba a la rubia

Un instante, un momento de duda, un solo error fue lo que le llevó levantarse sin sufrir las consecuencias. ¿Sus armas? Podía alcanzarlas pero la atención de su víctima fue hacia ellas y con un disparo creó un agujero en la mesa despidiéndolas en la distancia.

Un paso con la velocidad del apuntado, el segundo a la hora del disparo, se encontraba prácticamente sobre su víctima quien, incapaz de apuntar con la pesada arma, descubría sus posibilidades ¿Pensaba pelear cuerpo a cuerpo? Encontraría su oportunidad.

Pero las manos de la agresora no formaron puños, no atacaron directamente. De la manga de la mujer un tallo de rosa escapó envolviendo el cuello de la joven, enterrando sus espinas en su cuello.

¿Cuánto tiempo tenía? La sensación de pánico comenzaba a dominarla, intentaba volver la larga arma sobre su hombro pero no podía, resbaló de sus manos y solo podía presionar el cuerpo de la contraria con su peso, intentar escapar, que la soltase, necesitaba respirar.

A sus pulmones el único oxigeno que llegaba era el de su sangre que escapaba de las arterias. Pateaba, arañaba buscando su cara, pero las manos no la dejaban escapar de la muerte vegetal que se clavaba en su anatomía, que la mataba.

Sentía el dolor, sus lágrimas corrieron su sombra mientras su saliva convirtió su lápiz labial en un recuerdo. Descubrió que las manos agresoras también se encontraban enganchadas en aquel alambre espinoso. ¿Acaso morir dolía tanto? Para ella lo hacía, su mundo se limitaba, se desvanecía.

¿Y qué hacía aquel hombre? La mirada espantada de la agresora, quien ahora en lugar de evitar el peso de la muchacha intentaba sostenerlo, evitar que la hiciese caer bajo el futuro cadáver, se volvió a ellos. Si aún tuviese ojos ¿Qué verían? ¿Qué expresión mostrarían? No tenía tiempo para eso,

Los dos altos metros de aquella torre se levantaron lentamente. Podía ver sus músculos dañados por la constante lucha acercarse a ella. No podría con dos de esa manera, tenía que liberarla ¿Qué importaba? Ya estaba muerta. Escapó a un lado dejando el cadáver sangrante de lo que fue una hermosa mujer en una posición que no correspondía a un ser humano.

―Megan… Era una buena mujer ¿Sabes? ―habló con la incómoda calma precedente a la tormenta.

¿Qué más podía pasar? Había evitado manchar con su sangre la ropa, que ahora se encontraba parcialmente abierta gracias a la búsqueda de la fina mano que ahora era tomada por su pareja, explorando su rostro afeitado.

―Inteligente, metódica, paciente. Era todo lo que siempre pensé que debía estar en una… y hermosa hasta este momento… ―suspiró

No necesitaba sus ojos sus oídos escucharon el chasquido típico de un arma a meros metros de distancia. Su mandíbula se fijó contra la superior, el estruendo se hizo presente pero, apenas el destello acabó, la zurda del hombre se había posado frente a su rostro, una mano grande, blanca que pronto se volvió roja, convirtiendo al solido plomo en el agua metálica que caracterizaba al mercurio.

―No te culpo. En este mundo solo sobrevive el más apto. Ella tenía la fuerza pero se limitó pensando que eras más lista que ella, se bloqueó y tomaste ventaja de eso ¿Verdad?

El rostro apuntaba en su dirección. ¿Acaso podía verla? De alguna manera se sentía observada por esos ojos, era como si pudiera verlos. Tragó saliva mientras el hombre besaba los asquerosos labios del cadáver y se levantaba, con su mentón manchado.

―Ella pensaba que eras más de lo que realmente eres. No cometeré ese error –su ropa se chamuscó, su brazo fue liberado, las partes mecánicas estaban cubiertas tras el fino metal que se calentaba a varios cientos de grados, mostrando el color del centro terrestre ―Si eres una asesina me mostrarás lo que eres de verdad con tu arma.

Sus palabras fueron cortadas por una sucesión de rápidos disparos que se convirtieron en más manchas metálicas. Su rostro, inexpresivo, fuerte, aterrador, con el eco de sus palabras a su alrededor fue callado por el ensordecedor grito del revólver.

―Yo solo quiero matarte ―repuso finalmente, elevando su humeante cañón, quitándose finalmente la molesta máscara médica.

3 comentarios

  1. El relato de las pequeñas coas. Seres vivos luchando por llegar a sus metas

    Interesante post. Un abrazo y feliz día

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    1. Muchas gracias por comentar. Veo que estos relatos largos no gustan mucho pero personalmente me gusta escribirlos. Justo ahora acabo de subir el resto de las partes para que salgan cada viernes. Espero que te satisfaga.

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  2. ¡Hola! Cuánta acción has dejado en este capítulo, la escena final de la batalla me ha parecido impactante. Estoy deseando ver cómo es que continua todo esto +w+ Sí te recomiendo usar un poco menos 'la muchacha' y 'la joven', que hay párrafos completos donde no se menciona un nombre de personaje y como te que te pierdes un poco de quién lleva a quién con sólo esas definiciones >.<
    ¡Un abrazo!

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