Ilustración de Storyblocks |
El
decir “Entrar por la puerta” no serÃa sino una suerte de abstracción. ¿Qué
habÃa pasado? ¿Cómo habÃan pasado de su lugar al siguiente? ¿Cómo era que la aciaga
oscuridad se habÃa convertido en una hoja de papel blanco y arrugado?
Su
presencia en aquel lugar solo podÃa ser descrita con una palabra: invasión. Esa
palabra no indicaba intenciones hostiles. Era solo su apariencia visual, que
junto a las estructuras desdibujadas, las paredes de lÃneas y las puertas de
crayolas era más que obvio que sus formas definidas y tridimensionales eran una
afrenta, una blasfemia para ese mundo. Quizás, la falta de ecos era debido a
que su existencia y visión era inconcebible para ellos.
Tras
recuperar su compostura abandonó el paisaje que no creÃa pudiese ser un terreno
de búsqueda. Lo que veÃa parecÃa un dibujo extendido frente a ella y que el dar
un solo paso significarÃa golpear su nariz contra una ilustración. Sus ojos
buscaron a su compañera.
La
muchacha apenas se habÃa alejado, apoyando su zurda en el marco de la puerta
tras ella, secando sus pies contra su largo y grueso pantalón de algodón negro.
Quizás la mera visión del mundo no era lo único que la perturbaba. <<
¿Todos los ceros son tan…?>> cuestionó. ¿Qué era ese remordimiento que
sentÃa con tan solo mirarla?
―Por
suerte el objetivo no está aquÃ. Yo me golpearÃa de cara si me pongo a correr.
―Si…
Es raro.
―
¿No hablan sobre los submundos en la capital? ―caminó hasta ella, su malestar
aumentaba por momentos.
―SÃ
pero… No hay fotos ni nada… Solo… dicen que son muy diferentes a todo.
―Bueno.
Si te mostrase una foto de este sitio pensarÃas que me intento burlar con un
dibujo.
Asintió.
Las palabras parecÃan elegidas una a una con mimo y premeditación pese a la
tranquilidad con la que las pronunciaba. Comenzaba a sentirse mareada, una
presión parecÃa atrapar su cabeza y oprimir su cerebro. Comenzaba a ver el
sentido por el que la muchacha querÃa terminar la misión rápidamente.
Los
pasos de ambas no dejaban huella. El ver en dos dimensiones era muy
desorientador, no era nada parecido a lo que podÃa pensarse. No habÃa un
lateral completamente recto en una lÃnea junto a cada objeto y pared pero
tampoco la forma se deslizaba ante su mirar. Si cerraba los ojos y daba dos
pasos hacia adelante sin duda se perderÃa.
―
¿Esta es… tu parte favorita?
―SÃ,
más o menos.
―
¿Por qué?
―Piénsalo…
―hizo una pausa, a poco metros se encontraba algo que tal parecÃa una muralla
de lápices blancos. Al inclinarse un poco, podÃa verse una abertura en la parte
inferior. ―Nada aquà está colocado totalmente al azar. Y por estar conectada al
nexo debe tener varias salidas. Es un libro que puedes leer si lo intentas.
Se
detuvo frente a la pared. Tal parecÃa estar observando algo pero ¿Qué era? Sus
ojos se fijaban en los lápices. Sus manos se deslizaban por la madera de los
mismos. ¿Buscaba una salida? Sin embargo la entrada no era difÃcil de ver, a
una docena de pasos a su izquierda.
―Entonces
el objetivo es un niño pequeño. ―adivinó a juzgar por el escenario
―Pues…
PodrÃa ser, pero hay otras tres puertas. No tenemos toda la información.
―Perdona
pero… ¿Qué buscas?
―Me
llama la atención este color, pensé que podrÃa haber algún enlace.
La
tranquila seriedad de esas palabras la desconcertó, caminando hacia la entrada
con su lanza japonesa sobre el hombro, con afilada punta alargada que podÃa
hacer más que tan solo penetrar con fuerza.
―Pues…
Si, que todo sea blanco desconcierta un poco ―se rascó la barbilla.
Hubo
un nuevo silencio. La muchacha elevó sus dos manos y rascó la parte posterior
de su cabeza con animosidad, como si intentase sacudir algo que colgaba de su
corta cabellera.
―
¿Todo bien? ―ya no toleraba seguir observándola. Volvió su cabeza a otra
dirección con la excusa de que vigilaba.
―Si…
Dime. ¿Conoces a los camarones mantis?
―Conozco
a uno y al otro pero… No.
―Son
un tipo de camarón multicolor. Tienen el puñetazo más fuerte de todo el reino
animal. Básicamente hay pocos animales de su tamaño que puedan soportarlo.
―sonrió ―De hecho les han roto la mano a sus dueños cuando los tienen de
mascotas.
―No
entiendo donde vas. ―se volteó a ella por medio de su visión periférica,
intentó hacer contacto.
La
diestra de la misma paso frente a su silbato y se escondió tras su sudadera,
saliendo con dos cristales. Unas gafas de puente metálico, casi al viento, se
pusieron frente a sus ojos. Le resultaba algo irónico que alguien sin un ojo
usase gafas.
―Tienen
unos ojos muy especiales. Cuando las personas normales solo pueden ver tres
colores primarios ellos pueden ver nueve.
―No
puedo imaginarme lo que debe ser ver nueve colores primarios.
―Pero
son muy malos viendo los mismos que nosotros.
Como
si se hubiera dado cuenta de la obviedad no dudó por un segundo. Pasó junto a su
guardiana y se arrastró por el pasadizo, seguida por la misma, la cual se retiró
la corona para rascar su cabeza con esta como herramienta, notoriamente
agobiada.
―Creo
que nunca nos presentamos. Soy Lisbeth. ―alargó la mano al otro lado del
estrecho, ayudando a levantarla.
―SÃ,
creo que lo noté. ―inclinó la cabeza con la mirada fija en su mano, pudo notar
un tatuaje escondido bajo la manga de la prenda que cubrÃa sus brazos ―No
dejaban de decirlo, yo soy Sayo.
―Es
un lindo nombre. ―sonrió ―Perdóname si me lo robo.
Sin
estar segura de como tomarse el comentario la soltó. Volvióse la mirada hacia la
muralla que ahora parecÃa encrespados árboles, mientras que nuevos colores,
destellos de neón escapaban de una señal cuya flecha giraba sobrenaturalmente
en una pieza de metal, junto a ella, unas escaleras que se extendÃan hacia la
oscuridad.
―
¿Dolió mucho? ―la pregunta escapó de sus labios, para cuando las palabras
llegaron a su conciencia ya habÃan alcanzado a la otra, que miraba la señal con
las manos en los bolsillos
―Si…
―suspiró.
Sintió
como su estómago se aguaba, como si fuese a presentar lo que recibió en su
desayuno. Tan solo observó sus pies descalzos con vergüenza. TenÃa que cambiar
rápidamente de tema.
―ParecÃa
que los conocÃas. ¿Eran equipo desde antes?
La
contraria asintió con la cabeza lentamente, observando alrededor, rotando cerca
de los dos nuevos descubrimientos en un deforme circulo.
―Lily
era mi segunda antes de que crearan equipos.
―
¡Oh! ―exclamó sorprendida. Como una descarga de adrenalina sus pensamientos
volaron y su imaginación se activó ―Esto… ¿Es verdad lo que se dice de los
primeros y los segundos?
―
¿Qué se dice de ellos? ―respondió casi al instante sin embargo su sonrisa
indicaba que tan solo fingÃa inocencia. ―Antes de eso fui segunda de Gabriel
¿Eso es peor?
―Mucho
peor. ―respondió intentando mantener el humor.
Finalmente
parecÃa que avanzarÃan. Que irÃan más profundo. ¿Aquellos eran enlaces? Las
reglas para reconocerlos eran tan arbitrarias como “cualquier cosa que te llame
la atención puede serlo”. Nuevamente tendrÃa que avanzar a la oscuridad,
ordenada por un movimiento de cabeza de su cero.
¿Ahora
qué? Un largo pasillo cuyos laterales eran un tranquilo pero espeso lago
carmÃn. El intenso hedor llenaba sus pulmones y el malestar volvió a ella. El
otro tampoco la habÃa abandonado, sin embargo, este era diferente.
La
salida desapareció ¿O tan solo la ignoraba? Preocupaba observó a su cero, lucÃa
una pose diferente. Con un pie frente al otro inclinada en lo que parecÃa un
educado pero sutil saludo, observando al frente. Al otro lado del pasillo una
especie de bulto de tela con un cÃrculo a la altura de su cabeza parecÃa
caminar sin rumbo. Era irreal.
La
sangre goteó. Todo era muy rápido. El fantasma blanco se despidió hacia el
frente. Lisbeth, su cero, estaba frente a ella. Eso no debÃa ser asÃ. Sus
piernas tenÃan que responder. ¿Qué tan rápida era esa cosa? La distancia era
enorme pero cada paso parecÃa extenderse varias decenas de metros.
Lisbeth
no se movÃa ¿Esperaba o también estaba paralizada? Deseaba que se moviera, le
suplicaba que se moviera. <<Ponte detrás de mÃ.>> querÃa decirle,
era su guardiana, no debÃa ser ella la protegida.
De
la aureola blanca que existÃa donde debÃa estar su cabeza un ojo sangriento
apareció, con lágrimas divinas que manchaban la alfombra de pasto que cada vez
los separaba menos. DebÃa moverse, debÃa hacerlo ahora. DebÃa apuntar su arma
hacia la bestia.
¿Qué
pasarÃa si fallaba?