Limpieza Abisal 207

Fotografía del DailyMail



Giraba y no se detenía, la visión conocida de una bóveda abriéndose. ¿La bóveda? No, tan solo una, rara vez había visto el mismo serial tatuado a un lado del metal dos veces seguidas ¿Quería eso decir que era bueno en su trabajo? Se llevó la mano desnuda a su frente pasándola por los cabellos, acariciando con mimo la zona de su entrada derecha como si fuese a traer de vuelta lo que se había ido.

—Las vacaciones terminaron —comentó el rubio a su lado, luciendo su yeso en excusa para evitar asistir a su compañero

—No me gusta esto… —suspiró

—Nunca te gusta. —el sonido de las metálicas muletas se hizo presente, con el caballero inclinándose para encontrar la mirada ajena —Pero tienes una fantástica cara de póker

El aire caliente salió disparado en forma de vapor, la precipitación era tan alta que un ensordecedor silbido provocó el miedo en los cristales presentes, las luces artificiales, originales de aquella entrada o provenientes de tiempos más modernos abandonaban a los presentes. La tela de las vestimentas, la goma de las botas e incluso la piel de sus rostros sintió la incomodidad.

—… Mierda. Debe haber estado abierta desde… —alcanzó una hoja de papel que descansaba sobre una caja, sus ojos se expandieron

— ¿Mierda? —comentó irónico a su compañero herido.

Sus ojos se volvieron hacia el agujero. El metal caliente quemaba la suela de sus botas, sus manos se aferraron a una delgada manguera la cual roció el líquido contra el metal. La antigüedad de este se hacía presente, láminas de grueso acero se doblaban provocando fuertes golpes consigo mismos.

—Todo parece listo —comentó el inválido, la voz no venía del aire sino de una onda radial. Se volvió a verlo dando un sonoro suspiro.

Frente a la entrada del infierno, donde todos aquellos que leyesen el mensaje en el ambiente hubieran de abandonar toda esperanza, respiraba profundamente el aire caliente, una y otra vez, con incrementos de velocidad. Uno, dos, uno, dos, inhalaba y exhalaba entusiastamente  previo a dar un determinado paso y quemar sus manos en la entrada, permitiéndose caer en la oscuridad.

El metal de la escalera de mano lo chamuscaba, el vapor lo agobiaba y la falta de aire fresco lo estrangulaba con fuerza. ¿No necesitaba más equipo? ¿Cuánto más sería capaz de aguantar? Eso en realidad no importaba, era la naturaleza de su trabajo, eso lo sabía.

Alguna vez comparó su profesión a la de los antiguos mineros de carbón, quienes ponían sus vidas en riesgo y degeneraban sus cuerpos para alimentar la potente máquina que revolucionó el mundo ¿Cuál? Ni ellos lo supieron ni él lo sabía. Pero había una diferencia, ellos, de una manera u otra, se sacrificaban por el futuro. Él y los suyos, por otra parte…

—Es muy profundo…

Sintió un movimiento, su corazón se detuvo. La escalera tembló, se movió a la izquierda. Instintivamente su mirada bajó pero la luz de su frente no alcanzó el fondo, tan solo una plataforma de metal oxidado y destartalado a un par de metros. Las paredes, aún lejanas, solo mostraban caminos a la oscuridad.

—¿Todo bien?

—No, la escalera tembló… —se quejó aún agitado

El silencio fue su único compañero, aún cuando sus pies alcanzaron el rechinante metal el vértigo no abandonó su corazón o su mente. Cerró los ojos con fuerza posando sus manos en el inestable barandal que separaba su cuerpo del abismo, sentía como el peso de sus brazos era suficiente para hacerlo perder rigidez.

—¿Estudiaste el plano? Lo tengo aquí.

—Solo dime como salgo de las escaleras…

—Emm… No salen las escaleras.

Los insultos, sellados en sus labios por alguna fuerza divina, reflejaban su situación actual y su opinión de aquellos quienes alguna vez intentaron convertir unos de los fallos más ilógicos de la humanidad en una oportunidad. Sin duda, el observar el decadente estado de las abandonadas instalaciones refleja el gran fallo en dicha obra.

Bufó, la temperatura se alzaba junto con la cantidad de metros que descendía. El abismo se había adueñado de la enorme torre que se extendía tantos metros en lo profundo. Era una distancia que siempre le hacía pensar en lo grande que era realmente su mundo, algo que nunca podía ser reflejado en un mapa sin importar el detalle de este. Algo así fue lo que pensó la segunda vez que visitó una de esas fortalezas.

Caminó sobre la cabina de un elevador, las solidas cuerdas de metal ondulaban el espacio según los pasos. Allí fue cuando notó el olor, un olor profundo a excremento, algo normalmente referido como “azufre” sin embargo nunca le dio aquella palabra que incitaba al misticismo. Para él no era muy diferente a un baño público.

El cuerpo hinchado y oscuro por la humedad que despedía el pestilente aroma se aferraba con fuerza a la pierna de uno mucho más grande, pero más delgado, que observaba al cielo obstruido por la creación humana. El liquido no se acumulo en su cuerpo, su oscura y deformaba boca sirvió como conducto de salida. Suspiró y con sus botas pateó al pequeño globo a un lado, sus oscuros y largos cabellos, enredados con el asiento, dejaron una abertura por donde podría desinflarse en las siguientes horas, así como la  marca del ardiente zapato ajeno.

Su objetivo no era sino un gran agujero de cristal que llevaba a la visión de la más profunda oscuridad, un sitio sin luz, sin vida, donde nada puede o está hecho para sobrevivir, donde incluso las más resistentes criaturas del lecho marino encontrarían su muerte. Quizás era por eso que tanta gente se sintió atraída en primer lugar.

Sin embargo, eso hizo más impactante el ver un movimiento en el sitio donde ni el oxigeno estaba presente. Un movimiento rápido, sincronizado en la parte superior de la pantalla. Un sonido, un golpe. Sintió el movimiento de sus pies pero… Ahora estaba en tierra firme.

¿Cómo podía sentir frío cuando estaba bajo la superficie terrestre? ¿Cómo podía sudar tras el tratamiento térmico? Lo único que sabía es que lo que corría por sus mejillas no era sudor.

6 comentarios

  1. Muy bueno..los diálogos que mantienes en el corto me gustan , le dan un empaque al texto de calidad y la tienes ..escribir fantasía no es fácil , te felicito por ello .Un abrazo guapa y a seguir así ..Feliz día.

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    1. ¡Hola! Espero que estés bien, yo no soy capaz de hacer un corto sin dialogo alguno. Son una manera sensacional de caracterizar a los personajes con pocas palabras. Me gusta mucho hacerlos. Ten un buen día y nos vemos pronto, gracias por pasarte por aquí,

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  2. Siempre es un placer leerte Alice, me encanto esta historia de ciencia ficción y me hizo acordar mucho a la ingeniería que yo estudio con los términos químicos :3

    Un beso enorme desde Plegarias en la Noche.

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    1. ¡Oh! Un placer no solo tenerte aquí sino además conocer ese pequeño hecho. Si te soy sincera no se mucho de ingeniería más allá de los conceptos basicos de la física y el como funcionan algunas maquinas. Es bueno saber que ese hecho no perjudicó tu percepción del corto.

      ¡Nos vemos allí!

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  3. Una gozada esos diálogos, que parecen sacados de la realidad misma

    Un gusto leerte. Un abrazo y feliz tarde

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    1. Es un poco gracioso pensar eso considerando que la idea inicial para el relato vino de un sueño donde sentí particular vértigo. Aunque el contexto vino consientemente. Para mi los dialogos son una de las cosas más importantes en una historia y me alegra haberte satisfecho.

      ¡Saludos!

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