Dulce Ilusión
Ilustración creada por _LM7_ |
Este relato utiliza personajes de la saga de videojuegos Touhou Project.
El olvidar puede ser el
mayor crimen que alguna vez se ha cometido en este mundo. Eventos, personas,
miedos, sueños, sonrisas y lágrimas. Las injusticias de este mundo, los gritos
de frustración y desesperación no vienen de parte de la naturaleza, sino que
los guardianes de la memoria se atreven a olvidar, a modificar, a crear.
Dicha justicia olvidada tiene un sitio, un microcosmos donde, atrincherada por un inolvidable y prohibido hechizo, las arenas del reloj de la vida se han agotado, dando lugar al caos, a la guerra que se apagó permitiendo el florecimiento de la paz. Una tierra de fantasía donde los olvidados se retiran a jugar como niños.
Pero ni tan siquiera los guardianes de aquellas imágenes pasadas se ven librados de su propia maldición.
Nuevamente, con agotamiento en tu cuerpo, cerraste tus ojos sucumbiendo a las nuevas reglas de la humanidad, muy por encima de ti. El ahogamiento de la sociedad utópica no hace más que desesperarte mientras liberas un respingo, no por tu dolor mental, sino por tu alma sedada y torturada.
El dolor desaparece lentamente, el peso en tu corazón rompió sus cadenas y cae, sientes que nuevamente puedes sonreír, puedes soñar, puedes amar. Al abrir tus ojos observaste juveniles manos a tu control, la energía que habías perdido, una sensación incontrolable azotó tu cuerpo mientras usabas dichas manos para cubrir tu rostro.
Una sonrisa infantil se dibujó en tu rostro, con mayor grandeza y felicidad de lo que alguna vez recordaste, mientras lagrimas cayeron por tus mejillas y se derramaron contra tu tembloroso cuerpo y suelo de hierba. Flexionaste tu cuerpo intentando controlar los sentimientos que ahora te dominaban pero nada más que una risa quebrada por llanto sale de tus labios, incapaz de moverte solo cerraste tus ojos hasta que has derramado tu última lágrima.
Con nuevo agotamiento, tus brazos te sostuvieron tanto como tus piernas, observando la tierra virgen manchada de tu líquido interior. La cálida mañana no había fallado en azotarte con el tortuoso verano. Un aroma invadió tu nariz, un aroma pútrido, inaguantable, que provocó que tu vacío estomago desease liberar el poco contenido de su interior.
Levantaste tu mirada, el aroma se expande cual niebla de una esfera de nubes negras que flotó enfrente de ti. Tu cuerpo tembló nuevamente con genuino terror con el acercamiento de semejante aparición. Innatural, imposible, desconocida.
― ¡Ay! ―una dulce voz infantil dominó el ambiente, la esfera de densa oscuridad se desvaneció dejando lugar para una niña vestida formalmente de blanco y negro de brazos extendidos y el rostro contra un árbol, una vestimenta menos que impecable debido a la sangre que proveía de su rostro que sobaba con pena entre gimoteos.
Te acercaste, ahora con más seguridad pero no con menos confusión, observar a una niña de mechas solares llorar mientras sangraba era algo que, aún de poder ignorar en tu hogar, simplemente tu conciencia no podía permitírtelo en tan extraña situación. Más extraña cuando no ves nueva sangre brotando, reconoces el origen del aroma y la niña te mira con sorpresa.
―Hola de nuevo. ¡Gracias! ―su expresión inocente, un canto que acariciaba sus palabras en cada silaba, una niña feliz.
Aquella que te saludaba con familiaridad sonrío de forma inocente, alegre, mostrando sus dientes manchados de sangre, con pedazos de carne y tendones incrustados en su dentadura así como en su pálida tez.
El miedo creció en ti al observar sus ojos escarlata excitarse en alegría mientras lamía sus manos manchadas del fluido carmín que aún goteaba de sus facciones. Tus piernas reaccionaron por sí mismas, como si no pudieras controlar tu cuerpo y un grito fue la única respuesta que la infante que saboreaba la dulce miel recibió antes de verte desaparecer entre los árboles que te rodeaban.
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánta distancia recorriste? No lo sabes, solo corriste, corriste hasta que tu aliento falló, hasta que tus piernas no pudieron sostenerte, hasta que tus energías revitalizadas se agotaron. De alguna manera, el sentir tu propio corazón a lo largo de todo tu cuerpo, aún con el terror aferrado a ti cual parásito, traía una misteriosa satisfacción que llevó a una pequeña sonrisa mientras el aire se forzaba dentro y fuera de tu garganta.
― ¿Estás bien? ―una nueva voz, igualmente joven pero más aguda atrajo tu atención
Una niña, no mucho mayor que la anterior, de fantasioso cabello de hierba, atada a los tentáculos violetas de un ojo firmemente cerrado te observó felizmente. Aún con el terror presente en tu corazón, aún con la evidente sobrenaturalidad de la joven, no te causó ninguna impresión; no miedo, no odio, no empatía, no alegría, no familiaridad. Un profundo cero encarnado frente a ti.
― ¿Te perdiste? ¡No te preocupes! Ven conmigo, te llevaré donde mi mascota puede ayudarte ―bien pudiste estirar tu mano hacia un árbol más a juzgar por tu impresión al respecto.
Como poco más que una marioneta, te dejaste guiar por la suave mano, por aquellos ojos esmeraldas cubiertos por el sobrero negro. Los caminos, pese a tus mayores esfuerzos, se borraban de tu mente a los meros segundos. Incapaz de ver el rostro de aquella joven, sus facciones se hicieron borrosas. ¿Qué era lo que había dicho? ¿Qué era lo que pretendía? ¿Debías asustarte?
Nuevamente, el mismo aroma invadió tus fosas nasales. Cuando las cubriste con tus manos, notaste que ambas eran libres, que la soledad era tu única compañera, que el único camino restante llevaba en dirección a ese aroma.
Tus pasos se tornaron pesados en cuanto las moscas comenzaban a aparecer, posadas en las hojas de los arbustos, degustando la miel oscura que habías visto antes, hace poco. ¿Dónde? ¿Dónde estabas? ¿Qué hacías allí? La orientación te había abandonado, dejándote ante el túnel de tu olfato en dirección a lo único que no era el infinito verdor del bosque sacado de la imaginación de un niño.
Tu nariz te guió hacia lo que esperabas, el aroma a sulfuro, a excremento, llevaba a lo único que podía estar detrás de dicho incidente. Rodeado de moscas, un espejo macabro causó que tus huesos se tensasen, que tu cuerpo se paralizase, que el rostro que por tantos años te cansaste de ver ahora estuviese en su peor estado.
Una mezcla entre gritos y vomito intentó escapar de tu garganta.
Rompiste la maldición que te mantenía en el lugar.
Cerraste tus ojos en negación y los abriste para encontrar tus sabanas despidiendo el inmundo aroma de tus intestinos, con lágrimas en tus mejillas y una contradictoria sonrisa.
Dicha justicia olvidada tiene un sitio, un microcosmos donde, atrincherada por un inolvidable y prohibido hechizo, las arenas del reloj de la vida se han agotado, dando lugar al caos, a la guerra que se apagó permitiendo el florecimiento de la paz. Una tierra de fantasía donde los olvidados se retiran a jugar como niños.
Pero ni tan siquiera los guardianes de aquellas imágenes pasadas se ven librados de su propia maldición.
Nuevamente, con agotamiento en tu cuerpo, cerraste tus ojos sucumbiendo a las nuevas reglas de la humanidad, muy por encima de ti. El ahogamiento de la sociedad utópica no hace más que desesperarte mientras liberas un respingo, no por tu dolor mental, sino por tu alma sedada y torturada.
El dolor desaparece lentamente, el peso en tu corazón rompió sus cadenas y cae, sientes que nuevamente puedes sonreír, puedes soñar, puedes amar. Al abrir tus ojos observaste juveniles manos a tu control, la energía que habías perdido, una sensación incontrolable azotó tu cuerpo mientras usabas dichas manos para cubrir tu rostro.
Una sonrisa infantil se dibujó en tu rostro, con mayor grandeza y felicidad de lo que alguna vez recordaste, mientras lagrimas cayeron por tus mejillas y se derramaron contra tu tembloroso cuerpo y suelo de hierba. Flexionaste tu cuerpo intentando controlar los sentimientos que ahora te dominaban pero nada más que una risa quebrada por llanto sale de tus labios, incapaz de moverte solo cerraste tus ojos hasta que has derramado tu última lágrima.
Con nuevo agotamiento, tus brazos te sostuvieron tanto como tus piernas, observando la tierra virgen manchada de tu líquido interior. La cálida mañana no había fallado en azotarte con el tortuoso verano. Un aroma invadió tu nariz, un aroma pútrido, inaguantable, que provocó que tu vacío estomago desease liberar el poco contenido de su interior.
Levantaste tu mirada, el aroma se expande cual niebla de una esfera de nubes negras que flotó enfrente de ti. Tu cuerpo tembló nuevamente con genuino terror con el acercamiento de semejante aparición. Innatural, imposible, desconocida.
― ¡Ay! ―una dulce voz infantil dominó el ambiente, la esfera de densa oscuridad se desvaneció dejando lugar para una niña vestida formalmente de blanco y negro de brazos extendidos y el rostro contra un árbol, una vestimenta menos que impecable debido a la sangre que proveía de su rostro que sobaba con pena entre gimoteos.
Te acercaste, ahora con más seguridad pero no con menos confusión, observar a una niña de mechas solares llorar mientras sangraba era algo que, aún de poder ignorar en tu hogar, simplemente tu conciencia no podía permitírtelo en tan extraña situación. Más extraña cuando no ves nueva sangre brotando, reconoces el origen del aroma y la niña te mira con sorpresa.
―Hola de nuevo. ¡Gracias! ―su expresión inocente, un canto que acariciaba sus palabras en cada silaba, una niña feliz.
Aquella que te saludaba con familiaridad sonrío de forma inocente, alegre, mostrando sus dientes manchados de sangre, con pedazos de carne y tendones incrustados en su dentadura así como en su pálida tez.
El miedo creció en ti al observar sus ojos escarlata excitarse en alegría mientras lamía sus manos manchadas del fluido carmín que aún goteaba de sus facciones. Tus piernas reaccionaron por sí mismas, como si no pudieras controlar tu cuerpo y un grito fue la única respuesta que la infante que saboreaba la dulce miel recibió antes de verte desaparecer entre los árboles que te rodeaban.
¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánta distancia recorriste? No lo sabes, solo corriste, corriste hasta que tu aliento falló, hasta que tus piernas no pudieron sostenerte, hasta que tus energías revitalizadas se agotaron. De alguna manera, el sentir tu propio corazón a lo largo de todo tu cuerpo, aún con el terror aferrado a ti cual parásito, traía una misteriosa satisfacción que llevó a una pequeña sonrisa mientras el aire se forzaba dentro y fuera de tu garganta.
― ¿Estás bien? ―una nueva voz, igualmente joven pero más aguda atrajo tu atención
Una niña, no mucho mayor que la anterior, de fantasioso cabello de hierba, atada a los tentáculos violetas de un ojo firmemente cerrado te observó felizmente. Aún con el terror presente en tu corazón, aún con la evidente sobrenaturalidad de la joven, no te causó ninguna impresión; no miedo, no odio, no empatía, no alegría, no familiaridad. Un profundo cero encarnado frente a ti.
― ¿Te perdiste? ¡No te preocupes! Ven conmigo, te llevaré donde mi mascota puede ayudarte ―bien pudiste estirar tu mano hacia un árbol más a juzgar por tu impresión al respecto.
Como poco más que una marioneta, te dejaste guiar por la suave mano, por aquellos ojos esmeraldas cubiertos por el sobrero negro. Los caminos, pese a tus mayores esfuerzos, se borraban de tu mente a los meros segundos. Incapaz de ver el rostro de aquella joven, sus facciones se hicieron borrosas. ¿Qué era lo que había dicho? ¿Qué era lo que pretendía? ¿Debías asustarte?
Nuevamente, el mismo aroma invadió tus fosas nasales. Cuando las cubriste con tus manos, notaste que ambas eran libres, que la soledad era tu única compañera, que el único camino restante llevaba en dirección a ese aroma.
Tus pasos se tornaron pesados en cuanto las moscas comenzaban a aparecer, posadas en las hojas de los arbustos, degustando la miel oscura que habías visto antes, hace poco. ¿Dónde? ¿Dónde estabas? ¿Qué hacías allí? La orientación te había abandonado, dejándote ante el túnel de tu olfato en dirección a lo único que no era el infinito verdor del bosque sacado de la imaginación de un niño.
Tu nariz te guió hacia lo que esperabas, el aroma a sulfuro, a excremento, llevaba a lo único que podía estar detrás de dicho incidente. Rodeado de moscas, un espejo macabro causó que tus huesos se tensasen, que tu cuerpo se paralizase, que el rostro que por tantos años te cansaste de ver ahora estuviese en su peor estado.
Una mezcla entre gritos y vomito intentó escapar de tu garganta.
Rompiste la maldición que te mantenía en el lugar.
Cerraste tus ojos en negación y los abriste para encontrar tus sabanas despidiendo el inmundo aroma de tus intestinos, con lágrimas en tus mejillas y una contradictoria sonrisa.
Sonrisa que se mantuvo
mientras tus sucias y desgastadas manos volvían a tu rostro entre quejidos,
clavando tus uñas contra tu piel deseando deshacer dicha visión.
Entrabas en desesperación, lo sabía y me limité a observar con gula y deseo desde los mismos ojos que cubrías con tus manos. Los sueños más amargos hacen de los más apetitosos platillos.
¿Qué pasó con la tierra de la fantasía? Alguien que aún es recordado nunca podrá hacer más que imaginarlo.
Entrabas en desesperación, lo sabía y me limité a observar con gula y deseo desde los mismos ojos que cubrías con tus manos. Los sueños más amargos hacen de los más apetitosos platillos.
¿Qué pasó con la tierra de la fantasía? Alguien que aún es recordado nunca podrá hacer más que imaginarlo.
4 comentarios
¡Hola! Ya te lo había dicho antes ¡es hilarante este relato! Sin duda alguna, lo comparto <3 además, te aviso que la imagen no se ve ):
ResponderBorrar¡Un abrazo!
¡Muchas gracias! Y que desastre >.< Perdón, y eso que pensé que había probado. Ahora sé que las descargaré primero para evitarme problemas.
BorrarRoxana, te felicito. ¡Qué imágenes tan potentes! Me transportaron.
ResponderBorrarUn abrazo.
¡Hola! Perdona por tardar tanto en responderte, últimamente he estado teniendo problemillas. ¡Soy Alice! Un gusto en conocerte ^^ Comparto el blog con Roxana y la verdad me alegré mucho que me confundieses con ella.
BorrarAún me falta mucho que refinar pero me alegra que el pequeño relato te haya gustado.