Ojos Sangrientos: Parte 1

Litografía del Balcón de MC Escher


Otra vez. ¿De nuevo? Las mismas cuatro paredes blancas recreadas nuevamente. El mismo techo de color neblinoso que cubría bajo su manto tres metros cuadrados de baldosas blancas y negras, dispuestas en un curioso y hasta contradictorio juego de ajedrez.

Cinco, seis, siete y ocho filas de cuadros se posaban perfectamente en la pared que contenía una única puerta de madera. Cuadrados perfectos, sin el menor error de cálculo en su disposición. Novena fila, en la esquina del cuadro central se exponía una malformación. Los colores monocromos parecían fundirse en una espiral.

A medida que los cuadros avanzaban la visión del resto de aquella impersonal habitación se hacía poco más que una escena abstracta. Los colores y formas perdían propiedad, mezclándose entre sí en curvas que atrapaban la luz, tal vez, volviendo más aparentes los indescifrables dibujos que colgaban de la pared opuesta.

—Después del feudo inacabado… Debe ser aquí…

Un paso, una nueva presencia. En un parpadeo, bajo el testimonio de nadie, cuando el tiempo había abandonado el lugar y el espacio descansaba un pie metálico se hizo presente en la habitación.

Un cuerpo fundido en metal cuyas venas suspiraban vapor y la unión entre carne y mineral apenas eran visibles a la altura de su rostro, con la mitad de una barbuda mejilla afirmada incómodamente a una placa de metal, apenas cubierta por largos cabellos que podrían confundirse con el chocolate que se detenían en una cola en la ferrosa musculatura de su espalda descubierta.

—Sí, es aquí. —confirmó con tono tranquilo.

Tras de sí otros individuos tan heterogéneos como él se hicieron presentes, caminando de una abertura en el aire, invisible, tan solo miraban alrededor.

Un cadáver andante, de uniforme negro, visibles rasgos faciales peludos y podridos, si es que no momificados, se hizo presente pasando por sus labios una de sus manos enguantadas por fino cuero.
Abandonó la distorsión observando la mitad normal de aquella habitación. Volvió su mirada a la izquierda, a una cama donde una figura juvenil, incluso infantil se había posado. No había que observar los cuernos taurinos que se asomaban a los lados de su cabeza, tan solo con ver su epidermis y cabellos con la coloración del papel. Sus lagunas escarlatas observaban al hombre con recelo, acostada y levantando su parte posterior mientras su larga cola de un metro reposaba sobre el colchón.

Los ojos inyectados en pus del hombre cuya vestimenta correspondía a un general de siglos anteriores se pasearon por el resto de los elementos, un ordenador negro cuya pantalla apenas mostraba una luz azul, un enorme altavoz y la puerta de madera.

—Y no está aquí… Mierda… —suspiró una vez acabada su inspección.

— ¿Suelen estar cerca de la entrada? — esta vez fue una nueva voz aquella que intervino.

La oración provenía tras de ellos, la última integrante de aquel grupo. De largos cabellos azabaches que ocultaban todo su torso. Su tez pálida se reflejaba en su brazo el cual sostenía una larga lanza oriental, observando como las espirales alteraban su forma. Su kimono estaba cortado por el lado, permitiendo una visión de sus largas piernas.

—No habla del objetivo. —sonrió apenas él, observando esquivamente a su compañero quien hizo poco más que inclinarse frente al ordenador de forma irritada.

La mirada de aquella joven se desvió hacia ellos, en su frente una suerte de corona hecha de raíces doradas se cerraba en un círculo alrededor de un punto violeta centrado con forma de diamante. Sus ojos grises se cruzaron con el de los contrarios.

¿Esperaban algo? Su mirada cayó hacia la cama cuyas sabanas se encontraban desechas a causa de la fémina que hacía poco más que observarlos en silencio. El espacio entre su mente, entre sus palabras y las de aquellos exploradores, veteranos de aquel oficio, se separaba continuamente por segundos, las palabras que salían de su mente no eran capaces de escapar de su garganta. El miedo, el pánico que la ausencia de palabras le producía provocaba que el sudor cayese por su cuello.

Sin fuerza para mantener la postura, la punta de su arma alcanzó la distorsionada baldosa, incapaz de clavarse, girando en un torbellino. Una mueca se hizo presente en su rostro. El aire fresco infló sus pulmones mientras la confusión de arriesgarte en un elemento, en una sociedad completamente ajena a ella, la perturbaba. Aún en un grupo, en un equipo tan pequeño ¿Cómo lograba sentirse tan insignificante? La cólera comenzaba a asentarse en su cuerpo mientras contaba los integrantes de su grupo.

Los conocía bien. No eran leyendas, no eran héroes en toda la definición de su conflictivo hogar sin embargo, sus nombres eran invocados y compartidos entre gruñidos y confesiones.

—Ah, llegaron… Perdonen.

Aquella voz inundó el vacío de presencia en aquel lugar con un nuevo sentimiento, con nueva vida. ¿Venía del mismo lugar del que provenía aquel dispar grupo? La respuesta se encontraba en la pantalla celestina la cual reflejaba, en lugar del rostro encolerizado del cadáver viviente, una fémina de cortos cabellos castaños que se ondulaban en grandes rizos, cayendo de sus hombros.

—Lisbeth por un carajo… —se quejó el general.

—No te quejes conmigo —respondió aquella mujer con un tono menos anímico.



Un parpadeo, un mero instante materializó la presencia de aquella chica frente al grupo, a un lado de la pantalla, con su mano posada sobre esta y la otra dentro del bolsillo de su sudadera. Su sonrisa, más pequeña que anteriormente, observaba con molestia al hombre que se elevó treinta centímetros por encima de ella con una poblada ceja y un espacio enfermizo e infectado cruzados.

—No me quejaría sino intentases activamente de matarnos a todos.

Aquellos ojos entre furiosos y cansados se encontraban con una única esfera café, en ausencia de la segunda la cual se encontraba amordazada tras sus parpados, asegurada tras gruesas líneas de sutura que perforaban la sensible piel de la zona.

—Estuve una hora esperándolos. Como no llegaban decidí adelantarme un poco.

—Y joder la misión en el proceso…

— ¡Bueno! Vladik, Lis, suficiente. —Intervino el hombre metálico notoriamente agotado con la situación —Ahora que estamos todos en el punto de acceso podemos comenzar. ¿Había algo útil allí?

Las miradas se centraron en la mujer que vestía casualmente. Sacudió la cabeza de lado a lado con lentitud. Se aproximó a la cama donde el albino ser los observaba con quietud y tomó asiento.

—No hay salidas o pistas. Tampoco el objetivo. Solo un eco que no reacciona ni conecta. —suspiró estirando una mano a la larga cola que parecía deshacerse a su tacto cual globo desinflado.

— ¿Encontraste el nexo? —procedió Vladik casi sin moverse de lugar.

—Solo entré allí —inclinó la cabeza en dirección al ordenador —E intenté con el altavoz, y la cama. Asumí que el nexo estaba tras la puerta, como siempre.

El hombre metálico no dejaba de asentir mientras escuchaba el interrogatorio. Lisbeth suspiró y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la espalda de la menor. La parte trasera de su cuello se rozó contra las finas, casi invisibles escamas que poblaban su anatomía.

— ¿Algo más?

—En la cama también hay algo

—Podrías decirlo todo sin tener que sonsacártelo. —suspiró su interlocutor.

La mujer de nocturnos cabellos se acercó, manteniendo una distancia respetuosa de un par de metros. No estaba segura de cómo debería comportarse ante aquella situación. ¿Aquel comportamiento era normal? No, no podía ser, de lo contrario no habría tanta aspereza entre aquellas dos personas.

—Lily, por favor.

En suaves caricias las yemas se alzaron por la espalda de la infante. Las ásperas escamas dejaban un color rojizo en sus manos. La mirada de esta buscaba la de la contraria, encontrando sus ojos cerrados. Al alcanzar sus cabellos, de la su cuello un pequeño plumaje emergió para darle lugar a la mano intrusa.

Ante la novata el ojo oscuro había desaparecido dejando tan solo para su mirar la incómoda presencia de las líneas diagonales que se cruzaban sus parpados. Muy incómoda para preguntar alguna obviedad tan solo observó las lagunas escarlatas de la albina abrirse y encontrarse con el rostro de su interlocutora.

―Hay pelotas… Muchas…―finalmente comentó. 

Los ojos de aquella… ¿Persona? Eran la definición perfecta de haber sido atrapados por un hechizo. Al abrir su boca se observó lo realmente enormes que eran sus fauces, articulando palabras con dificultad, abriéndola tanto que sin problema contendría las cabezas de dos de los presentes. Una larga lengua, tal vez superior a los treinta centímetros se escapó de su boca, con hoscas rugosidades en sus costados, atrapó y se enredó de la mano que la acariciaba.

―Hay muchos orbes. Veinticinco en total y están dispuestos de forma que podría no faltar ninguno.

―Así que puede irse en cualquier momento… ―razonó pasando la metálica mano por su mentón, regalándole una mirada esquiva a la lancera. Como odiaba sentir que tenían que explicarle todo.

―Entonces solo hay que buscarla ¿No? ¿Por dónde comenzamos? ―se atrevió por fin a intervenir. 

Llamaba a tomar la iniciativa. ¿Parecería impaciente a ojos de sus compañeros? Tal vez pero no hubo mayor protesta. Por el contrario aquel alto hombre de cabellos chocolatosos asintió con la cabeza. 

―Muy bien, Lis, haz lo tuyo.

4 comentarios

  1. Un paisaje que se abre ante los cuadros de una sala. Qué recorrido por fuera y por dentro.

    Un buen post. Un abrazo y feliz día

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    1. Y aún no has visto nada. La verdad lo tuve guardado por un tiempo (lo comencé y terminé antes de terminar Asesinos junto con el pequeño fanfic) y tengo la idea desde hace mucho más pero nunca supe como relatarla. ¡Espero que te interese!

      En una nota aparte, en esta parte tuve serios problemas para decidir el protagonista y admito que hice uso de algún cliché muy gastado.

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  2. Hola Alice, me encanto *-* ese toque paranormal con el terror fue fabuloso. Te felicito <3

    Un beso desde Plegarias en la Noche.

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    1. ¡Hola Tiffany! Bienvenida al pequeño rincón donde lanzo mis ideas, entre ellas, la de este relato largo me apasiona mucho (junto con varias otras) la verdad me llamó la atención que mencionases el terror porque... No sé escribir terror. Al menos así lo considero.

      Espero seguir haciendo cosas que te llamen la atención ¡Nos vemos!

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